miércoles, 11 de junio de 2008

ELVIS, PRISIONERO DEL ROCK AND ROLL

«Lo tengo todo en la vida, dinero, fama, admiradores. Y no obstante, me siento como el más miserable de los seres vivientes».[i]

Esto fue lo que expresó Elvis Presley al término de sus días, lo cual nos hace preguntar: ¿cómo es posible que el rey del rock’n roll terminara su vida sintiéndose tan miserable, si con sus canciones llenó de alegría millones de corazones y muchos hasta quisimos ser como él?

Elvis Aarón Presley nació el 8 de enero de 1935 en Tupelo, junto al río Mississippi. Su infancia se desarrolló entre el hogar, el trabajo, la escuela y la iglesia. Sus padres, Vernon y Gladys, eran cristianos evangélicos muy devotos, y educaron al pequeño Elvis en su fe.

En la escuela, Elvis comenzó a destacar; su profesora recuerda: «Cada mañana hacíamos como un poco de culto devocional, antes de empezar las clases. Cuando preguntaba quién quería orar, Elvis era siempre el primero en levantar la mano. Oraba y después cantaba unos cuantos himnos».[ii]

Cantaba y cantaba. La música corría por sus venas y, como todo niño, era una esponja que absorbía todo lo que le rodeaba. El “cabezón” se pasaba horas escuchando música country, los blúes de moda, y la música gospel (evangélica) de los conjuntos que llegaban a su iglesia.

Siendo todavía un niño, Elvis ganó el primer lugar en un concurso de canto en su pequeño pueblo. Pero no sería descubierto sino hasta enero de 1954, cuando pasó por un estudio de grabación, el Sun Records, y decidió hacerle un regalito a su mamá. Se metió a grabar un disco sencillo con la canción “That’s all right, mama” (Todo está bien, mamá).

Marion Keisker, la administradora, al oír cantar al muchacho, pegó un brinco de su asiento y fue a ver de quién se trataba; rápidamente se comunicó con Sam Phillips, el productor, y le dijo que por fin habían encontrado lo que tanto buscaban: «Un muchacho blanco que cantara como negro». Elvis llenaba al pie de la letra el requisito, así que no nos sorprenda el saber que a los pocos días ya estaba cantando en la radio.

A partir de ese momento, la fama de Elvis causó una revolución, pues rompió con cánones de la sociedad conservadora en que vivía. Obviamente el escándalo y las críticas no se dejaron esperar. Y es que el “muñeco” no sólo cantaba, sino que gritaba y se contorsionaba como un epiléptico, moviendo sus caderas sensual y bruscamente, por lo que no tardaron en bautizarlo como “Elvis La Pelvis”. Incluso, en el programa televisivo de Ed Sullivan, se prohibió tomar a Elvis de cuerpo entero; sólo podían hacerse tomas ¡por arriba de la cintura…!

Sus presentaciones se convirtieron en batallas campales. Las insaciables fanáticas hacían de las suyas derribando sillas, cordones, paredes de cristal, policías y todo lo que estuviera a su paso, con tal de llegar hasta donde estaba “el Rey” para abrazarlo, besarlo y que éste les estampara su autógrafo aun ¡en su ropa interior…![iii]

Muchos líderes religiosos arremetieron contra Elvis, uno de ellos dijo que las letras de su nombre también se podían acomodar como “Evils”, que significa: malo o perverso;[iv] y un ministro de Nueva York lo llamó “el apóstol turbulento del sexo”.[v] Alguien que asistió a un concierto, comentó que verdaderamente parecía poseído por un espíritu extraño.

Muchas mujeres desfilaron por el cuarto de Elvis, desde estrellas de cine, modelos una conejita de Play Boy, hasta muchas de sus admiradoras.

Elvis era como las dos caras de una moneda. Por un lado era el chico rebelde y seductor, y por el otro quería seguir siendo el chico noble y religioso de antaño. Así que en plena cúspide de su carrera lanzó un álbum de himnos cristianos titulado: “Su mano en mi mano”, tratando de quedar bien no sólo con el mundo, sino también con Dios.

Pero Elvis había pasado por alto la declaración de Jesucristo de que «ninguno puede servir a dos señores; porque estimará al uno y menospreciará al otro». Estas palabras se cumplirían al pie de la letra en la vida de Elvis, pues al final de su vida, no sólo menospreció a Dios, sino que le echó la culpa de todos sus problemas. Después de haber sido abandonado por su hija y su esposa Priscila, quien huyó con su profesor de karate,[vi] levantó su rostro al cielo, pero no para buscar ayuda, sino para decirle a Dios: «¡Ahora sí no te mediste! Esta vez me has dado una montaña que no puedo cargar» (letra de su canción: “You gave a mountain”).[vii]

Después de esto se dio media vuelta, y tomó el camino fácil: las drogas que él llamaba legales, esto es, las pastillas. Se había desmoronado su vida. Años atrás su madre había muerto, lo cual le dejó un poco trastornado, pero ahora era el acabose, ya nada le importaba. Los barbitúricos y estimulantes fueron minando su vida. Uno de los guardaespaldas dijo que Elvis era como una “farmacia ambulante”.[viii]

Por ese tiempo, y sin duda para que no notaran su ruina espiritual, comenzó a hacer “obras de caridad” a la gente que le rodeaba, Si por su música lo habían llamado “el Rey”, por sus buenas obras lo empezaron a llamar: “San Elvis”.

Pero su vida no se condujo tan santa como muchos hubieran querido, y como él mismo supuestamente deseaba, pues en sus últimos años se inclinó por el ocultismo. Richard Mann, autor de un libro biográfico sobre Elvis, cuenta que el artista desarrolló una fascinación macabra por los cadáveres, y que se entregó por completo «al engaño de los misticismos orientales, la numerología, la astrología, la parapsicología, la lectura del futuro y los fenómenos de reencarnación». Elvis decía que estas cosas eran peligrosas sólo para los débiles, pero «los fuertes podían probarlas».[ix]

Aunque en la Biblia que usaba Elvis claramente estaba escrito: «No os volváis a los encantadores ni a los adivinos; no los consultéis, contaminándoos con ellos»,[x] él se fue tras la bruja Christine Williams y la consultó. Mann nos dice que esta pitonisa «predijo a Elvis la muerte prematura a través de un sueño en el que había visto a su madre, Gladys, vestida con una túnica blanca que le tendía los brazos desde la tumba invitándolo a acudir a ella».[xi]

Pero Elvis no estaba muy seguro de la visión de la bruja; él creía que después de la muerte, en vez de esperarlo su madre dispuesta a abrazarlo, de seguro lo esperaban las llamas del infierno dispuestas a devorarlo. En una entrevista con un periodista de Hollywood dijo que estaba «muy asustado y tenía miedo de ir al infierno. Que deseaba poder ir más a la iglesia y ocuparse más de las cosas de Dios, pero que la gente se lo impedía».[xii]

Según Mann, «Elvis estuvo siempre convencido de que estaba “destinado a algo especial”. Era como un presentimiento espiritual que le decía que Dios le había llamado para llevar a cabo una misión única en la tierra».[xiii] Pero al final, Elvis quedó preso en las redes que él mismo había tejido. Tal parece que su famosa canción “Rock de la cárcel”, se había convertido en una realidad para él.

El predicador Rex Humbard, uno de los mejores amigos que Elvis tuvo en sus últimos años, declaró que éste le confesó que en muchas ocasiones cuando estaba en el escenario frente a las multitudes, tenía el deseo de predicarles el Evangelio, pero nunca se atrevió; y al recordarlo se preguntaba si acaso por esto se sentía el más miserable de todos los hombres…[xiv]

Pero las oportunidades habían quedado atrás y su hora había llegado. El 16 de agosto de 1977 lo encontraron tirado boca abajo en el baño de su lujosa mansión en Memphis; había muerto después de una terrible sobredosis de drogas. Pero no sólo las drogas fueron las que lo llevaron a la muerte, sino la tristeza, la depresión, la soledad, el peso de sus pecados; en pocas palabras: su separación de Dios.

¿Por qué, Elvis, por qué terminaste así…? Dios claramente te lo había advertido en la Biblia: «¿Qué aprovechará al hombre si ganare todo el mundo, y perdiere su alma?»[xv]

Lo sé, él ya no me puede contestar, porque está muerto, pero dicen que “siempre habrá un Elvis”, y quizá tú puedas ser uno como él. La pregunta es: ¿se repetirá la misma historia en tu vida…? ¿Pretendiendo ser un “rey” de este mundo, terminarás, como Elvis, prisionero de tus pecados…? Dios no lo quiere, y por eso envió a Jesucristo, Él cargó con nuestros pecados en la cruz, para que tú y yo podamos ser libres y recibamos salvación; si confiamos hoy en Él, seremos verdaderos “reyes”, pero no en este mundo, ni del rock’n roll, ¡sino del eterno y poderoso reino de Dios…![xvi]


Publicado por primera vez en la revista Prisma, vol. XIX, No. 4 (México, 1991).




[i] Richard Mann: Elvis (Barcelona: Clie, 1989), p. 159.

[ii] Mann, op. cit., p. 28.

[iii] Mann, op. cit., p. 64.

[iv] Mann, op. cit., p. 67.

[v] Víctor Blanco Labra: Elvis en el bosque (México, D.F.: Diana, 1989), p. 94.

[vi] Blanco Labra, op. cit., p. 110.

[vii] Blanco Labra, op. cit., p. 95.

[viii] Mann, op. cit., p. 147.

[ix] Mann, op. cit., p. 165.

[x] Levítico 19:31; cf. Deuteronomio 18:10-12.

[xi] Mann, op. cit., p. 167.

[xii] Mann, op. cit., p. 155.

[xiii] Mann, op. cit., p. 153.

[xiv] Mann, op. cit., p. 159.

[xv] Evangelio de Marcos 8:36.

[xvi] Cf. Apocalipsis 1:6.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

se sintió asi porque se la pasó actuando toda su vida

Nono dijo...

Mientras estemos vivos tenemos la oportunidad de acercarnos a Dios y seguirle, ojalá seamos capaces de aprender en cabeza ajena.

Jaser dijo...

una vida muy triste, teniéndolo todo, no tenía nada. muy buena publicación, como sempre... con la firma de pastor! q buen cierre, parecía predicación. un poco distinto al q me había mostrado con anterioridad (elvis pelvis), pero muy util ejemplo. Gracias Pas...

Salvador dijo...

angel..soy alumno de ITL, como estas